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jueves, 23 de agosto de 2007

Manual Para canallas - Vocación de estúpido

Autor: Roberto G. Castañeda.
El gráfico del Universal,; México, 09 de agosto de 2007
contacto: manualparacanallas@hotmail.com

La tercera vez que reprobé el examen extraordinario de matemáticas III entendí que por mucho que me aferrara nunca sería ingeniero. Todos mis tíos pasaron por la escuela vocacional, así que yo pensaba que ese era mi camino natural. Mi madre estaba orgullosa y hasta me compraba los mejores útiles. Era época de bonanza, gracias al negocio familiar, así que me compraban lo último en estilógrafos, escuadras y demás instrumental necesario para que este muchachito sacara las mejores calificaciones.

Y ahí la llevaba, con nueve en inglés, ocho en electromecánica, nueve en lectura y redacción, seis en matemáticas I, siete en mate-II… hasta que reprobé matemáticas III. Eso del cateto adyacente y los polinomios no era para mí, como tampoco eso de encontrar la pendiente de la recta tangente. Así que no me fui, me corrieron. Lo peor no fue eso, sino que me dediqué a vagar el resto del año.

Me hice experto en carambola de tres bandas, en invitar los tragos, en frecuentar mujeres fáciles y enamorarme de las chicas difíciles. Hasta que mi pobre madre se indignó y me puso un ultimátum. Yo estaba muy a gustito, sin mayores preocupaciones que atender el negocio por la mañana y salirme a divertir por las noches. En pocas palabras, iba en camino a ser un patán idéntico a mi padre. Así que mi jefa me mandó con uno de sus primos, que era contratista, a darle a la talacha.

Yo pensé que iba a ser pan comido, porque pues finalmente era mi tío y seguro tenía una chambita de jefazo para este servilleta. Pero no, en realidad me puso de chalán con un maistro experto en compresoras. Y fue así que pasé el peor año del resto de mis días. Desde las ocho de la mañana y hasta las seis de la tarde andaba para arriba y para abajo, instalando tuberías de gas o agua caliente, haciendo barrenos o soldando acero. Así que en las noches lo único que quería era bañarme y dormir. Los fines de semana me emborrachaba para olvidarme de que era un miserable. Lo más destestable era que aquello parecía ser el comienzo de un destino igual de reluciente que el inodoro de una cantina.

*****

Los amigos se alejaron, las viejas ya no me encontraban atractivo, los ex compañeros de secundaria me veían como un apestado, y yo me sentía igual que un burócrata en fin de quincena. Así que el día que mi madre me preguntó que si no me gustaría regresar a la escuela, sus palabras me sonaron a regalo de los dioses. Ella me sugirió que pensara bien lo que me gustaría estudiar, porque era mi última oportunidad. A mis 19 años supe que era el momento decisivo de mi vida. Ya había desperdiciado tres años y no pretendía quedarme siempre a la orilla. ¿Dibujante de cómics, arquitecto, músico ambulante, abogado gángster, judicial padrotón, vendedor de aspiradoras? No era una decisión sencilla.

Luego de varias sesiones con mi yo interno, llegué a la conclusión de que mis neuronas tenían que ser el motor que me impulsara a ganarme el pan de todos los días. Y así fue que regresé a la escuela, aprobé todas mis materias, y aprendí lo suficiente como para hacerle creer al mundo que el talento corre por mis venas.

He desfilado por infinidad de trabajos: oficinas, agencias de publicidad, la radio, algunos diarios, revistas, etcétera, hasta que se han dado cuenta del engaño y entonces he debido buscar otros derroteros. He pasado temporadas en el edén, he conocido algunos infiernos, pero siempre me he dado tiempo para mantener aceitadas unas cuantas virtudes: ser un tipo honesto, enamorar mujeres hermosas, ganarle un pokar al destino, ser agradecido, mantenerme un poco cuerdo, componer rolas tristes y enamorarme un par de veces.

Muchas ocasiones me he extraviado en el camino, me he comportado como un canalla, he sido atormentado por mis defectos, pero siempre he encontrado algún atajo que me devuelva a determinados sitios en los que estoy en paz conmigo mismo, aunque sólo sea por temporadas.

Nada mal para un idiota que reprobó matemáticas, que tenía vocación de estúpido y se graduó en cinismos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

la verdad esta seccion es la unica razon por la que compro el periodico lastima que la encontre hasta hace poco porque es realmente muy buena las historias son grises y reflejan la realidad de muchos de nosotros en especial de mi por que me identifico con ellas este escritor desde de punto de vista a encontrado una ventana por la cual puede ver la vida de todos nosotros y plasmarla en letras que muy pocos pueden valorar por ultimo solo quiero darte las gracias por haber creado este oasis en el cual me puedo refugiar cada que lo necesito atte alex